Felipe López, padre de Javier.
Cuando se piensa en escribir sobre una ferretería, en principio parece no ofrecer mucha literatura, pero todo cambia cuando se trata de un negocio familiar con 65 años de recorrido. La historia de la ferretería López Morales camina a la par de la historia de nuestro país, ya verán por qué.
Felipe y Basilia, los padres de Javier y de cuatro hijos más, abren el negocio en los años 50 para dar respuesta a la demanda de los vecinos de útiles para los diversos oficios: pintores, carpinteros, hacheros, carboneros …encontraban todo lo necesario en la Ferretería López Morales. Pero Felipe no se quedaba ahí, tenía una visión más amplia. Javier nos enseña una foto de su padre, joven, en la ferretería. En su mirada existe ese brillo que corresponde a quienes dignifican e innovan en su negocio, con el ánimo de hacerlo grande… y, miren, lo consiguió.
Aprovechando el tirón de los veraneantes, Felipe ofrecía productos muy variados, y sobre todo novedades que año tras año iban surgiendo e iban modernizando nuestro país: desde revelado de fotografías a productos de belleza, pasando por los primeros tostadores, las primeras televisiones, las primeras estufas de petróleo, las primeras batidoras, incluso las primeras Adidas… Mientras Javier nos cuenta la historia de su padre, nos va mostrando auténticas reliquias de aquellos productos que él conserva en la parte de arriba de la ferretería y que bien merecen una exposición.
Javier con el antiguo peso que utilizaba su padre y otros objetos que ha ido guardando como recuerdo de otra época.
Javier no pensaba en la ferretería como futuro profesional, le hubiera gustado ser cocinero, pero, carambolas de la vida, fue él junto a su hermano mayor: Felipe, quienes tomaron las riendas del negocio cuando su padre se jubiló. Se preguntarán si a día de hoy es Felipe quien acompaña a Javier en la ferretería, pero no, se trata de Juanjo, él lleva contratado 29 años y lo llevan a la par con la profesionalidad que sólo da los años, la dedicación y el amor a un oficio.
Javier nos cuenta que su negocio lo llevan a la antigua usanza y eso es un gusto, porque lo más interesante de esa manera tradicional de hacer las cosas es que todo resulta cercano, amable: las recomendaciones que siempre te darán para averías, bricolajes y demás; la garantía de que puedes conseguir una bombilla de los años 50 o leds de última generación y… después está el almacén…Merecería un artículo aparte, sólo adelanto que, como diría mi amiga Andrea es lo más parecido a un parque de atracciones.
Le pedimos a Javier que de un consejo a un emprendedor y queda resumido en dos palabras: «Amor y dedicación». Ahí queda.
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